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domingo, 25 de mayo de 2008




"Marina", de Carlos Ruiz Zafón

Amor, misterio y locura en un escenario gótico, los barrios viejos de Barcelona. Una fantástica novela con elementos de terror y algunos toques de dulzura. Ruiz Zafón es un genio. Sin embargo en esta novela, las dos historias que se entrecruzan no terminan de acoplarse bien, perfectamente podrían haber formado dos historias separadas, una de terror, otra de amor...

Aquí os dejo unos pasajes:

Todos tenemos un secreto encerrado con llave en el ático del alma. Este es el mío

[...]

La Velo Granell fabricaba artículos de ortopedia y prótesis médicas. El conflicto de Marruecos y la Gran Guerra en Europa habían creado un enorme mercado para estos productos. Legiones de hombres destrozados a mayor gloria de banqueros, cancilleres, generales, agentes de bolsa y otros padres de la patria habían quedado mutilados y destrozados de por vida en nombre de la libertad, la democracia, el imperio, la raza o la bandera.

[...]

El tiempo hace con el cuerpo lo que la estupidez hace con el alma –dijo, señalándose a sí mismo-. Lo pudre.

[...]

El circo fue mi escuela y el hogar donde crecí. Ya por entonces sabíamos, sin embargo, que estaba condenado. La realidad del mundo empezaba a ser más grotesca que las pantomimas de los payasos y los osos danzarines. Pronto, nadie nos necesitaría. El siglo XX se había convertido en el gran circo de la historia.

[...]

Aquella noche Mijail me contó que él creía que la vida nos concede a cada uno de nosotros unos escasos momentos de pura felicidad. A veces son sólo días o semanas. A veces, años. Todo depende de nuestra fortuna. El recuerdo de esos momentos nos acompaña para siempre y se transforma en un país de la memoria al que tratamos de regresar durante el resto de nuestra vida sin conseguirlo. Para mí esos instantes estarán siempre enterrados en aquella primera noche, paseando por la ciudad...

[...]

-Esto es lo que hace la naturaleza con sus hijos. No hay mal en el corazón de los hombres, sino una simple lucha por sobrevivir a lo inevitable. No hay más demonio que la madre naturaleza... Mi trabajo, todo mi esfuerzo, no es más que un intento por burlar el gran sacrilegio de la creación...

[...]

-La mujer que has visto esta noche murió hace seis semanas bajo las ruedas de un tranvía. Saltó para salvar a un niño que jugaba en las vías y no pudo evitar el impacto. Las ruedas le segaron los brazos a la altura del codo. Murió en la calle. Nadie sabe su nombre. Nadie la reclamó. Hay docenas como ella. Cada día...

-Mijail, no lo comprendes... Tú no puedes hacer el trabajo de Dios...

Me acarició la frente y me sonrió tristemente, asintiendo.

-Buenas noches -dijo.

Se dirigió a la puerta y se detuvo antes de salir.

-Si mañana no estás aquí -dijo, lo comprenderé.

Dos semanas más tarde, nos casamos en la catedral de Barcelona.

[...]

Joan Shelley, según me confesó más tarde, temía por su salud y por su cordura. Le conocía mejor que nadie y desde el principio le había asistido en sus experimentos. Fue él quien me habló claramente de la obsesión de Mijail por las enfermedades degenerativas, de su desesperado intento por encontrar los mecanismos con los que la naturaleza deformaba y atrofiaba los cuerpos. Siempre vio en ellos una fuerza, un orden y una voluntad más allá de toda razón. A sus ojos, la naturaleza era una bestia que devoraba a sus propias criaturas, sin importarle el destino y la suerte de los seres que albergaba. Coleccionaba fotografías de extraños casos de atrofia y de fenómenos médicos. En aquellos seres humanos, esperaba encontrar su respuesta: cómo engañar a sus demonios.

[...]

Andrej murió a los siete años sin haber salido jamás de las alcantarillas. Cuando su gemelo falleció, su cuerpo fue entregado a las corrientes subterráneas siguiendo el ritual de las gentes de los túneles. Mijail preguntó a su madre por qué había sucedido algo así.

-Es la voluntad de Dios, Mijail -le respondió su madre.

Mijail nunca olvidaría aquellas palabras. La muerte del pequeño Andrej fue un golpe que su madre no llegó a superar. Durante el invierno siguiente, enfermó de neumonía. Mijail estuvo a su lado hasta el último momento, sosteniendo su mano temblorosa. Tenía veintiséis años y el rostro de una anciana.

-¿Es ésta la voluntad de Dios, madre? preguntó Mijail a un cuerpo sin vida.

Nunca obtuvo respuesta.

[...]

-¿Qué es eso?

-Sirve para escuchar lo que dicen tus pulmones... Respira hondo.

-¿Es usted un mago? -Preguntó Mijail, atónito.

El doctor sonrió.

-No, no soy un mago. Sólo soy un médico.

-¿Cuál es la diferencia?

[...]

-Ya me has dado diez años de compañía, Mijail -le dijo. Ahora debes pensar en ti. En tu futuro.

-No le voy a dejar morir, padre.

-Mijail, ¿te acuerdas de aquel día, cuando me preguntaste cuál era la diferencia entre un médico y un mago? Pues bien, Mijail, no hay magia. Nuestro cuerpo empieza a destruirse desde que nace. Somos frágiles. Criaturas pasajeras. Cuanto queda de nosotros son nuestras acciones, el bien o el mal que hacemos a nuestros semejantes. ¿Comprendes lo que quiero decirte, Mijail?

Diez días más tarde, la policía encontró a Mijail cubierto de sangre, llorando junto al cadáver del hombre al que había aprendido a llamar padre. Los vecinos habían alertado a las autoridades al sentir un extraño olor y al escuchar los aullidos del joven. El informe policial concluyó que Mijail, perturbado por la muerte del doctor, le había diseccionado y había tratado de reconstruir su corazón utilizando un mecanismo de válvulas y engranajes.


1 comentario:

Anonymous dijo...

VALE YO POR HACERLAS LA HAGO QUE NO ME SUPONE NINGUNA MOLESTIA PERO SOLO QUERIA RECORDARTE QUE DE LO QUE SE COME SE CRIA JAJAJAJJAJAJAJ BUENO UN BESO A TODOS LO DE ZANJA DE PARTE DE LOCATIS

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Zanjas profundas en tu mente
Zanjas profundas en tu mundo
Zanjas que nos separan
Zanjas que nos escinden
Zanjas en las que caemos
a veces sin poder salir
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