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martes, 13 de mayo de 2008




"La chica del puente" (caracteres de la posmodernidad)

La Fille sur le pont. Francia, 1999, 90'

Dirección: Patrice Leconte. Guión: Serge Frydman. Fotografía: Jean-Marie Dreujou
Protagonistas: Vanessa Paradis, Daniel Auteuil...

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(por RossaNova, Ohflores y Anuskíviris)

Adele (Paradis) es la chica del puente, la chica que se quiere tirar desde un puente de París pues considera que su vida es un sinsentido y una “espiral atrapamoscas que atrae las historias cutres que pasan a su lado”; es un sinsentido porque no logra encontrar el amor ideal y en esa búsqueda lo único que hace es atrapar moscas. Gabor (Auteuil) es un lanzador de cuchillos que (aparentemente) busca sus dianas entre las mujeres suicidas.

Adele acaba por tirarse desde el puente y Gabor se lanza tras ella, logra rescatarla y acaban los dos en el hospital recuperándose de la hipotermia. Antes de escaparse del hospital Gabor tienta a la suerte para convencer a Adele de que ella no solo no tiene mala suerte, sino que es un talismán de la buena: ven una mosca en el techo, sacan tres terrones de azúcar y apuestan a que la mosca acudirá a ellos; por supuesto ganan.

A partir de aquí comienza un periplo por el Mediterráneo en el cual Gabor lanza cuchillos a Adele y ésta se cepilla a todo aquél que le lanza una sonrisa, a pesar de que es Gabor su verdadero amor, un amor todavía no reconocido pero vislumbrado en la pasión con que recibe sus cuchillos (metáfora del acto sexual) y en las surrealistas conversaciones telepáticas que mantienen a distancia. Adele se fuga con un griego abandonando a Gabor. Éste llega a Estambul y, desesperado por haber perdido a Adele, decide suicidarse desde otro puente. Afortunadamente Adele ha recapacitado, le busca por toda Constantinopla y le encuentra en el mismo punto en que él la encontró a ella. Esta vez no caen al agua sino en un profundo abrazo. Fin.

La suerte

Toda la película es un tratado acerca de la “suerte”. En primer lugar lo que salta a la vista es la popular relación entre la suerte y el amor: “afortunado en el juego, desgraciado en amores” (o viceversa). Las veces que Adele gana en los juegos de azar (tragaperras, ruleta, tómbola...) no son meras anécdotas que endulzan la historia y que muestran la comunión de almas entre los dos protagonistas, pues lo importante, sin embargo es lo desgraciados que son en el amor.

Gabor se contradice en múltiples ocasiones para manipular a Adele: unas veces le dice que es un talismán, una herradura... Y otras le dice que la suerte no se tiene, sino que se fabrica. Esta es la verdadera tesis que sobre la suerte sostiene Gabor, un tipo que lo controla todo (o pretende controlarlo): es lógico que la mosca acuda al azúcar, es lógico que tras 40 años lanzando cuchillos estos den en el blanco, Gabor engaña a Adele con el típico juego de “en qué mano está la joya” (tenía una en cada mano)...

Amor y guerra

Sin embargo, esta película es interesante desde el punto de vista simbólico. Frydman y Leconte nos presentan a dos personajes que encarnan o simbolizan el “eterno femenino” y el “eterno masculino”, el amor y la guerra, de modo que están condenados a no entenderse. Adele siempre buscando amor entre los brazos de desconocidos, buscando un lugar donde descansar, donde “reposar la cabeza”, lejos de la vida errante que ha llevado desde que se escapó de su casa en la adolescencia y, sobre todo, lejos de la vida errante que le ofrece Gabor. Adele ama a Gabor, le atrae su seguridad, su firmeza, su “masculinidad”, pero éste parece resistirse a sus encantos, parece de piedra, sin sonrisas, sin abrazos, irónico y sarcástico. El nomadismo que teme Adele no es el físico o geográfico, sino el del alma, el que siempre ha llevado.

Por su parte Gabor, con sus cuchillos, representa al guerrero, siempre errante en busca de aventuras, experto y seguro de sí mismo... Mientras se mantenga solitario, mientras su corazón no se ablande con los besos de una mujer.

El rechazo de Gabor por parte de Adele simboliza el clásico rechazo al guerrero, la búsqueda de la seguridad del hogar de la mujer. El rechazo a Adele por parte de Gabor también es todo un clásico: la falta de implicación sentimental del héroe que teme dañar a sus seres amados con su halo de violencia, que teme que la guerra les alcance. En realidad lo que Gabor teme es dañar a Adele con sus cuchillos. Teme que su posible implicación sentimental pueda influir negativamente en sus facultades lanzadoras y haya un accidente. Lo que no sabe es que ya está implicado desde el principio y desde el principio sólo ha habido rasguños. Ese temor fue el que le llevó a abandonar a una de las vedettes del circo. Gabor se teme a sí mismo, no está completamente seguro de sí... ¿alguno lo estamos? Sabe que no controla todos los parámetros de la fórmula.

Ambos buscan la seguridad... La seguridad de un mundo periclitado, un mundo que quizá sólo ha existido en las cabezas de la gente, en las ideas de los libros, un mundo que sólo se venía abajo tras los desastres y accidentes.

Pero Frydman y Leconte han transcendido ese mundo, saben dónde están: en la sociedad del riesgo, como diría Ulrich Beck, una sociedad representada por los juegos de azar, por todas las referencias a la suerte, una sociedad en la que la suerte está más presente de lo que pensamos. Frydman y Leconte son ya posmodernos, representan y asumen más características de esta sociedad, especialmente la movilidad geográfica (asociada a la flexibilidad laboral) y la movilidad sentimental: ya no hay un lugar fijo para trabajar, no hay un hombre fijo a quien amar... Es la suerte la que lo rije todo.

Y el final feliz de la película llega a raíz de la asunción por parte de los personajes de esta característica ontológica, de la suerte: Gabor asumirá (pues no se ve, la película acaba con Adele rescatándole del puente) su falta de control extremo y se abandonará al amor que le brinda ella. Ella aceptará una vida nómada, una vida de peligros pero en la que, al menos, su corazón puede descansar. Al final, pues, llegan a entenderse: el hombre relaja su “instinto guerrero” (su control) y acepta el amor y, de igual modo, la mujer acepta penetrar en los terrenos de la guerra; vale que de un modo pasivo, “recibiendo” cuchillos, pero hay que tener en cuenta que es ella la que le rescata del puente, es ella finalmente la heroína.

La sociedad posmoderna, entonces, queda representada no sólo por la suerte, sino también por la superación de los roles masculino y femenino en el imaginario colectivo y en la realidad: el hombre ya no es SOLO un tipo duro, con barba y pelo en el pecho, sino una persona que TAMBIÉN sufre, llora, se depila y se maquilla. La mujer ya no es SOLO alguien débil, llorosa y enzarzada continuamente en las tareas de la casa y del amor, sino TAMBIÉN una persona fuerte, segura de sí, luchadora y controladora, depredadora en algunos casos (en el amor y en los negocios, trasunto de la guerra, por supuesto). La superación de los roles no se realiza por fusión en una unidad superior, ni por absorción de uno en otro, sino por descomposición y mezcla de ambos en diferentes proporciones para cada persona.

La fotografía y la música de la película, inmejorables.


3 comentarios:

Anonymous dijo...

hola majo que tal andas yo aqui como siempre sin tener mucho cambio la peli que tienes anunciada ya tiene lo suyo sabes que la atriz vanessa paradis es la mujer en la actualidad de jhonny deep y tiene me creo dos hijos con ella por eso se dedico el ha hacer pelicula infantil para su peques
bueno y tu cuando piensas venir a verme ya que parece que los hermano estais renegados del pueblo recibistes lo de los huevos que te mande te gusto bueno te dejo que acabo de darme cuenta que todos leeran lo que pongo y seguro que se parten el culo un beso de locatis

Anonymous dijo...

Mmmmm...esta peli me parece un calco,fotocopia o remake de otra cinta francesa titulada "Los Amantes del Pont Neuf".Las similitudes argumentales parecen bastantes.

Gema de la Fuente dijo...

solo que los amantes del pont neuf es una peli muchisimo mas profunda, bella e intelgente que este ligero pastiche en bonito blanco y negro destinado al lucimiento de los morritos de la paradais.

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