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sábado, 6 de noviembre de 2010




En la zanja de la propiedad intelectual: los antiguos contra ella

[...] puesto que sólo nos ha llegado un texto que, efectivamente, permite integrar a Hiparco en el corpus de los autores hedonistas y justifica la clasificación de su autor entre los discípulos de Demócrito.


El tratado de Hiparco [Sobre la alegría o el bienestar] podría provenir de imitaciones, género muy practicado en la época antigua, en la que no existía el culto a la propiedad literaria, la pasión del derecho de autor ni la religión de la novedad, todo lo cual ha conducido al hábito contemporáneo de citar entre comillas. En aquella época en que se reconocía la autoridad de un maestro, cualquiera se apoyaba abiertamente en sus tesis para escribir una obra a su manera y firmarla con su propio nombre sin que nadie le acusara de plagio. Abundan los "pseudo-", y es menester deshacer el ovillo: un texto firmado por Platón no es forzosamente de Platón, pero seguramente procede de su inspiración, pese a la cantidad de distorsiones que haya podido cometer la subjetividad del epígono.


(Michel Onfray, "Contrahistoria de la filosofía")


Ummmhh, no sé para qué citamos, si estamos totalmente de acuerdo con sus palabras.


Sí, sí lo sabemos: aparte de que sufrimos una deformación académica, creemos que citar las fuentes de los textos e ideas es una buena práctica ya que permite a los lectores acudir a dicho autor, el cual puede tener más textos e ideas interesantes (quizá más que sus reproductores, en este caso nosotros).


Pero de ahí a pagar por consumir esa idea... Las ideas son fluídos que se transfieren entre las personas, se multiplican y se transforman. El problema en realidad no está en el pago por el consumo, sino en el cobro por la producción: un autor realiza una obra (de esas que llamamos, quizá erróneamente, inmateriales: textos, canciones...); la pregunta es: ¿cuánto y hasta cuándo debe cobrar por ella? Si un escultor vende una obra, cobra una vez (aunque sea a plazos) un precio fijado de antemano; ¿no debería ocurrir lo mismo con los cantantes, cineastas y literatos?


Ya sé que el problema está en la industria y que no es lo mismo una productora cinematográfica que una editorial. Y que no es lo mismo el problema del plagio, al que alude el texto, que el del pago de los derechos de autor por el consumo, pero bueno, todo ello está relacionado.


¿No debería existir acaso una entidad gestora, probablemente estatal (nunca la SGAE), que comprara la producción de los artistas para luego distribuirla gratuitamente entre los ciudadanos? Jeje, ¿habría en tal caso que pagar a cualquiera que se pajease intelectual o artísticamente? ¿No debería, entonces, existir una censura para acceder al limbo de los protegidos por el Estado-mecenas? ¿Y cuáles serían los criterios de esa censura?


¿Acaso no nos colocan bodrios en la 2?


¿Acaso no existen demasiados impostores que pretenden vivir del cuento?


¿Acaso no existen demasiados "artistas"? (Por supuesto, claro que somos artistas/intelectuales frustrados, no hace falta que lo planteéis como si fuera una idea vuestra).


¿Acaso no debería ser el arte una actividad ociosa, nunca profesionalizada, realizada durante el tiempo que nos deja el neg-ocio? (Claro, claro, también sabemos que deberíamos trabajar menos horas). Un ejemplo de este arte gratuito serían los graffiteros o grupos musicales como el Reno Renardo, que cuelgan sus discos gratuitamente en la red, intelectuales blogueros (no como nosotros)...


Ah! Maravillosos tiempos estos de la mercancía digital...


"Pero qué vamos a hacer
cuando apaguen internet"
(Def Con Dos)


2 comentarios:

Abel dijo...

puff, pues no te creas que va a estar fácil a estas alturas desliar la madeja...

Anónimo dijo...

Yo por supuesto estoy de acuerdo en lo de trabajar menos horas.

Gordopeich.

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Zanjas que nos separan
Zanjas que nos escinden
Zanjas en las que caemos
a veces sin poder salir
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