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lunes, 27 de mayo de 2013




Un oficio periclitado

Jed había proyectado en varias ocasiones hacer un retrato de uno de aquellos hombres castos y abnegados que, cada vez menos numerosos, atravesaban las metrópolis para aportarles el consuelo de su fe. Pero había fracasado, ni siquiera había conseguido capturar el tema. Herederos de una milenaria tradición espiritual que ya, nadie comprendía realmente, en otro tiempo situados en primera fila de la sociedad, los curas se veían actualmente reducidos, al término de estudios espantosamente largos y difíciles que abarcaban el dominio del latín, del derecho canónico, de la teología racional y de otras materias incomprensibles, a subsistir en miserables condiciones materiales, a pasar de un grupo de lectura del Evangelio a un taller de alfabetización, a decir misa cada mañana para unos feligreses escasos y avejentados; todo goce sensual les estaba vetado y hasta los placeres elementales de la vida familiar; obligados sin embargo por la función que desempeñan a manifestar día tras día un optimismo forzoso. Los historiadores del arte observarían que casi todos los cuadros de Jed Martín representan a hombres o mujeres ejerciendo su profesión con un espíritu de buena voluntad, pero lo que se expresaba en ellos era una buena voluntad razonable, en donde la sumisión a los imperativos profesionales te garantiza en cambio, en proporciones variables, una mezcla de satisfacciones económicas y de gratificaciones del amor propio. Humildes y sin dinero, despreciados por todos, sometidos a todos los ajetreos de la vida urbana sin tener acceso a ninguno de sus placeres, los jóvenes sacerdotes urbanos constituían un tema desconcertante e inaccesible para quienes no compartían su fe.



Michel Houellebecq, El mapa y el territorio, Ed. Anagrama, pág. 88.

3 comentarios:

David GIT dijo...

...mmmm.....mmmm.....me falta la moraleja!, se queda cojo, no logro sacar la sabia del texto. No obstante, lo que sobran son cornudos (como se hace saber en el corte de Os Resentidos), los pastores ya pastorean a sus ovejas con su Credo 2.0 donde actuan en bolsa, en política de partido, en registros mercantiles y de propiedad, en medios de comunicación, en sobres, en balas.....
Ya no son necesarios los legionarios santeros de siglos pasados.
Echo más de menos (que bonita paradoja) a los herreros en su fragua, o las dulcineas en las tabernas vistas desde los taburetes de madera.

idem dijo...

más bien, savia! ejque soy lazarillo sin experiencia! un Sancho Panza senil y ébrio! un portavoz del gobierno en TV de plasma! un aventajado de la LOMCE!

Anónimo dijo...

Ahora ya sé de que hablásteis en aquel vuestro retiro cenobítico con el ermitaño filósofo que visitásteis en aquel pueblacho dejado de la mano de Dios donde casi os linchan...
gracias por compartirlo con nos, con dos y con Dios

j

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Zanjas que nos separan
Zanjas que nos escinden
Zanjas en las que caemos
a veces sin poder salir
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