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domingo, 20 de febrero de 2011




El corazón del guerrero

Siguiendo con nuestra línea de recomendaciones cinematográficas de serie B, esta vez presentamos "El corazón del guerrero".


"El corazón del guerrero" es la primera película de Daniel Monzón (director de "Celda 211"). Fue estrenada en el 2000 y en ella se narran las aventuras de un jugador de rol que entreteje la fantasía con la realidad, cayendo en la profunda zanja de la locura.


Rodada en clave de humor, se trata de una parodia del género de "Espada y Brujería" y muy especialmente de "Conan", lo que vendría a ser un "remake" de Don Quijote. De hecho se dan las figuras principales de la obra de Cervantes: Dulcinea/Aldonza Lorenzo sería Neus Asensi y Sancho Panza sería Javier Allier. Un Don Quijote adaptado a nuestro tiempo que en vez de confundir realidad con fantasía, sufriendo alucinaciones, por ejemplo (aunque alguna sufre, es cierto), básicamente interpreta aquella con las claves de ésta, con las claves de sus sueños, dando como resultado un cuadro clínico más verosímil que el del Quijote, aunque sin pretender ser realista. La clave de esa interpretación de la realidad es el planteamiento de la existencia de dimensiones paralelas, idea propuesta por la ciencia-ficción del siglo XX.


Esta tensión entre fantasía (infancia) y realidad (madurez) propia de la adolescencia y planteada en la película adopta una forma muy concreta que se aleja, creo yo, de los convencionalismos al tratar esta etapa de la vida, como por ejemplo la rebeldía frente al mundo adulto... Bien es cierto que el síntoma del enfrentamiento del adolescente con el mundo adulto suele adoptar la forma de rebeldía, no de locura. Sin embargo, lo importante en la película no es el tipo de resolución del conflicto, sino los términos concretos del mismo.


El conflicto entre la infancia y la madurez, entre fantasía y realidad, se presenta en torno al tema de la amistad. El protagonista tiene unos amigos en la vida real con los que juega al rol, y otros imaginarios que, en el mundo paralelo, le ayudan en sus aventuras; se incluyen entre estos a su amor, Sonja la Roja (personaje de Conan con la cual, por cierto, éste nunca logra mantener relaciones sexuales). Lo interesante, en un principio, cuando se empieza a analizar la película sobre la marcha, mientras se está viendo, es que estos amigos no coinciden, es decir, los amigos imaginarios no son avatares de los reales, aunque sí son avatares de personas del mundo real.





La cuestión estriba en que los amigos del mundo real, probablemente de su infancia, llegados a un punto de madurez en el que tienen que elegir entre ayudar al protagonista siguiéndole la corriente (sus locuras) o "ayudarse" a sí mismos, eligen esta segunda opción y le traicionan; todos, sin excepción, incluso Sonia, prostituta a la que salva de un cliente demasiado violento y cuyo avatar es su amor en el otro universo. Todos sus supuestos amigos reales acaban vendiéndole.


Sin embargo, los avatares reales de sus amigos imaginarios sí luchan por él, arrostrando el peligro, poniéndose en peligro ellos mismos. ¿Por qué? Porque están locos y participan de la locura del protagonista: uno es Santiago Segura, que hace del vidente Carlos Jesús, el otro es Javier Allier, que hace de un Sancho Panza sui generis (el segundo Sancho Panza, aquel que asume las locuras de su señor en ciertos momentos). Este último le ayuda en los momentos de desfallecimiento de la locura del protagonista y le anima a seguir.


Podría entonces considerarse toda la película como una metáfora de la pérdida de la inocencia en la entrada al mundo adulto, como una contaminación de la pureza infantil (la pureza del mundo imaginario ejemplificado en la amistad) por las manchas del mundo adulto (el mundo real).


Evidentemente también viene a decirnos que esa contaminación es necesaria e inevitable, y los que no quieran asumirla, los que quieran permanecer en la fantasía imaginaria, en la infancia, se convertirán en unos inadaptados, unos locos que podrían incluso ser recluidos en función de su peligrosidad.


Está claro que la película, el guión, opta por un tratamiento romántico de la locura, lejos de los verdaderos locos, enfermos mentales que sufren, pero no es la intención de Monzón mostrar de modo realista la locura, sino utilizarla para lo que ya hemos dicho.


Beldar, avatar del protagonista adolescente, roba el corazón a la momia de un guerrero maldito y se contagia de la maldición siendo transportado a nuestro mundo, al mundo real. Esta sería la trama que justifica el título de la película, pero bien podría interpretarse esa maldición como la pérdida del apoyo del compañero en la batalla, la pérdida del que te guarda la espalda, del amigo. Incluso éste podría ser interpretado como el Corazón del otro, el que le permite seguir con vida. Un guerrero sin compañeros no es nada. Y si interpretamos la vida real como una batalla, ninguno de nosotros somos nada sin apoyo, sin amigos ni familia.







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