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domingo, 1 de febrero de 2009




Bret Easton Ellis y “Lunar Park”

No sé qué me ocurrió primero, si la fallida lectura de “Menos que cero” (la primera novela de Ellis) o la bastante aceptable y recomendable adaptación cinematográfica de “American Psycho”. Creo que la lectura, porque no me quedaron más ganas de saber de Ellis. Menudo tostón: hay pocos libros que haya dejado a la mitad, entre ellos “Kaputt”, de Malaparte, y “El Quijote”; pero de estos al menos pasé de las 100 páginas, cosa que no ocurrió con “Menos que cero”: fiesta, sexo y drogas. Puede que me precipitase al dejar de leerlo, puede que le dé una segunda oportunidad, aunque me parece que también está adaptada al cine, de modo que quizá me la baje con la mula y me ahorre su lectura... Y es que hay veces que para lo que tiene que contarte un libro, mejor ves la peli.

¿Por qué debería darle una segunda oportunidad? Porque después de aquel episodio de lectura, y animado por mi amigo Snorforld, vi (vimos) “American Psycho”, las aventuras criminales de un psicópata en los USA que, al margen de la sangrienta historia o historieta, intenta reflejar ciertos aspectos del estilo de vida norteamericano (y occidental en general) y sus consecuencias: la vida de los altos ejecutivos basada en la apariencia y el éxito profesional, individualista, que lleva a una anomia social donde nadie conoce a nadie, nadie se moja por nadie y, en este erial, los crímenes quedan impunes, una auténtica zanja profunda.

La película, entre otras cosas, me sirvió para tener un poco más en consideración a Ellis, aunque no sé si alguna vez tendré ánimos para leerme el libro. Esa consideración hizo que me lanzara a leer “Lunar Park” cuando Snorforld me lo regaló... En realidad fue más debido a la consideración que tengo por Snorforld y a la amistad que nos une, aunque en gustos literarios y cinematográficos coincidamos más bien poco.

Pues bien, “Lunar Park” es sorprendente, a pesar de algunos defectillos. En primer lugar sorprende que Ellis haya cambiado de registro, si bien es cierto que no del todo: de la cruda exposición de los hechos ha pasado a una posición más intimista, más interior, ha profundizado un poco más en el personaje central, quizá porque sea él mismo, con nombre y apellidos. Esta circunstancia, este carácter autobiográfico, permite pasar las primeras 50 páginas, páginas dedicadas al éxito, fiesta, sexo y drogas, aunque más tarde te das cuenta de que quizá no sea tan autobiográfico, sino que aparente serlo.

Para entonces, sin embargo, la historia nos ha enganchado, habremos entrado en la segunda parte del libro, caracterizada por una ácida crítica al estilo de vida de la clase media-alta norteamericana que vive en lujosas urbanizaciones a las afueras de las ciudades, que viste de marca, conduce grandes todoterrenos o fabulosos deportivos, lleva a sus hijos a colegios caros, les atiborra a pastillas para que no den guerra y vota a los demócratas. Un estilo de vida también basado en la apariencia, que puede desmoronarse con una violenta ráfaga de viento, un viento que puede venir desde cualquier parte, incluso de lo más profundo de nosotros mismos. Bret Easton Ellis es un escritor de éxito, casado con una guapa actriz, padre de un niño y padrastro de una niña, siempre acompañado de una fétida brisa que amenaza convertirse en huracán, el viento de su pasado que hincha sus velas y le lanza hacia delante sin poder manejar el timón, quizá porque nunca quiso manejarlo del todo, quizá porque nunca quiso crecer del todo.

En este sentido, “Lunar Park” guarda cierta relación con el último libro que comenté, “Kafka en la orilla”, acerca de la identidad personal, pues se trata, si no de una búsqueda, si al menos de un encuentro, de una vuelta de las identidades pasadas del personaje, y ello en la medida en que éste no desea abandonar su identidad actual para convertirse en otra persona, en un padre de familia responsable de esa clase media-alta; quiere seguir siempre joven, de fiesta en fiesta, drogándose y teniendo aventuras con jovencitas y jovencitos. Va posponiendo el momento de la asunción de responsabilidades hasta que las circunstancias le obligan a asumirlas.

A lo largo de esta parte, la historia va adquiriendo un carácter cada vez más delirante, con personajes salidos de las propias novelas de Ellis, monstruos y fenómenos extraños, de manera que se asemeja también al juego entre locura y realidad de “Kafka en la orilla”. De hecho, al estar narrado en primera persona, todo hace pensar que el personaje de la historia se está volviendo loco y las expectativas del lector se centran en cómo acabará con esa locura o si la locura acabará con él. El ritmo de la narración también se hace más rápido, de acuerdo con los acontecimientos; podría decirse que Ellis experimenta con varios registros literarios y el experimento resulta bastante aceptable.

Bastante aceptable... Hasta el capítulo del exorcismo. A partir de aquí (tercera parte del libro) casi todo lo que sucede en la historia puede ser obviado. Al implicar a más personajes en los acontecimientos que le suceden, la posibilidad de que nuestro personaje estuviese volviéndose loco queda desechada y la novela se convierte en un mal sucedáneo de novela de terror que no llega a la suela de Lovecraft o Stephen King. La novela podría haber acabado con el personaje tras las verjas del psiquiátrico, a tres metros bajo tierra, o simplemente manteniéndonos en la incógnita de qué era lo que verdaderamente le ocurría. Es más, la cagada es mayor en esta parte en la medida en que se dedica a explicar ciertos simbolismos presentes en las otras dos (la manifestación de los demonios interiores), como si de una novela de misterio o de crítica literaria se tratase. Es decir, que en esta parte se dedica a destrozar todo lo que había construido anteriormente y que prometía una buena e intrigante historia.

En fin, simplemente, el tono crítico, irónico y ácido de las dos primeras partes no encaja con el tono de la tercera, salvo con las últimas y poéticas páginas en las que se advierte un arrepentimiento del personaje respecto de su vida pasada.

No digo, sin embargo, que de esta obra no pueda salir una buena adaptación cinematográfica; todo es cuestión de esperar, que ya se está rodando. Para la que no tendremos que esperar tanto es para ver “The Informers”, basada en relatos cortos de Ellis, aquí os dejo el trailer y la reseña hecha por Javier Garrón en “Extracine”:



Amigos de la polémica, aquí tenéis el controvertido tráiler, lleno de pechámenes y choteras, de una de las películas que más va a dar que hablar en la primera mitad del año. Estamos hablando de The Informers, la adaptación a la gran pantalla de la novela homónima de Bret Easton Ellis, autor de American Psycho, y que supone una nueva disección ácida, sórdida y sin anestesia de la sociedad del famoseo, caspa y consumismo fácil en los Estados Unidos ochenteros. Muchas hombreras, música electrónica chunga, pelados imposibles y brillantina, sí.

Dirigida por el australiano Gregor Jordan, quien no había destacado especialmente por sus anteriores trabajos aparte de por los repartos que juntaba, producida por el alemán Marco Webber (quien está adquiriendo un protagonismo en los carteles cercano al de Jerry Bruckheimer, lo tiene un poco creído, sí), con libreto a cargo del propio Easton Ellis y un plantel de actores que, sí, quita el hipo: Mickey Rourke, Kim Basinger, Winona Ryder, Billy Bob Thornton, Brad Renfro en su última actuación y Amber Heard, de quien se dice no tiene un sólo plano en el film que no sea en topless.

En Los Ángeles de principios de los 80, un amplio plantel humano que va desde agentes de Hollywood y estrellas del rock en decadencia a un botones voyeur o un convicto amoral, pasando por el grupo típico en las historias de Ellis (grupo de jóvenes lánguidos y rubios que duermen durante el día y se pasan la noche de fiesta en fiesta, mezclando drogas y sexo como el que mezcla cocacola y regaliz), las distintas historias aparentemente inconexas se mezclan formando un tapiz humano de decadencia y lujo.


1 comentario:

Angelus Vassa dijo...

¿Qué pasa, Paco? Te contesté en mi blog, así, como de corrido, pero te escribo ahora un poco más y mejor...
Mmm... Ya veo que has sazonado algunos de los temas de mi playlist con tus macarradas...(;D)Por cierto, ¿conocías a los "Man... or Astroman"? Me acuerdo que los ví en vísperas de un examen de estética en la sala El Sol y gracias a la ultraconexión sónica con las vibraciones cósmicas creo que logré una buena nota al día siguiente con el ultra-moderno-ilustrado que daba la asignatura (no recuerdo el nombre... algo así como "no me entero de nada"). Y lo que no sabía -o no me acordaba- es que conocías a los Meteors, a los que, por cierto, también vi en mis años universitarios en lo que ahora es la sala Jainequen. Qué mal rollo hubo con los de la sala, madre mía... Pero ésa es otra historia.
Por cierto, que lo de la floristería supongo que es una buena noticia, no sé... De todos modos, es una tienda menos de toda la vida. Y por ese lado es una pena. Cuando he tenido que encargar alguna cosa a tu padre siempre me convencía de las mejores opciones y me iba encantado con mis flores. (Quizá es simple mano de buen comerciante, pero también hay que valer para eso, porque yo siempre me iba con la sensación de irme con el mejor ramo o la mejor maceta del mundo. Y además de verdad. ¡Qué esplendor de flores! ¡Qué maravilla! Cuando hables con tu padre, díselo: era un floristero estupendo. Y supongo que algo tendrá que ver tu madre también en eso, así que díselo también por la cuenta que le traiga.)
Eh... ¿Qué más? Estoy aquí, como te he dicho ya, así que ya nos veremos tomando una cañita cualquier día...
Y bueno, de ayer a hoy, me he quedado pensando en tu reseña, en algo que dijiste. Lo de que destroza la novela. Leí "American Psycho" hace muchos años, antes, creo, de entrar en la Facultad (lo que es seguro es que bastante antes de la peli) y aunque no guardo ningún mal recuerdo tampoco me dejó con ganas de leer más de este hombre y, por lo que cuentas, mis sensaciones siguen siendo las mismas. En fin, al principio no entendí a qué te referías con eso de destripar la historia. Al fin y al cabo, si hay una trama, un misterio, es normal que se aclare o se desvele... Ahora creo que ya sé por dónde ibas y no sé si sabría decirlo con palabras... Supongo que el hombre ha acabado haciendo una especie de collage: no sabiendo cómo continuar y viéndose atrancado, y queriendo por otra parte dar la idea de que los demonios de cada uno no es sólo una expresión, sino una entidad real,al final le ha salido un extraño refrito que ni es ni deja de ser. Algo así, supongo... En los libros de Isaac Bashevis Singer, por ejemplo, se habla a menudo de demonios y fantasmas, pero como si tal cosa, no sé si me explico. En las novelas de Singer, que una mujer vea por la noche el fantasma de su marido muerto al pie de la cama es algo tan normal como que a la mañana siguiente tenga migraña por haber pasado la noche en vela comiéndose la cabeza... Pero lo que desde luego nunca hace es darte de pronto una EXPLICACIÓN, una aclaración de por qué está pasando lo que está pasando. Te muestra la dirección del personaje hasta el "final" y punto.
En fin, no sé si me he explicado muy bien. Espero que se haya entendido.
Y creo que nada más por el momento.
Un abrazote, nene

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